La ambición y el hambre de querer ser son condiciones indispensables para llegar a figura del toreo. Ese fue el camino que cogió ayer Luque en Sevilla para cortar la primera oreja de la feria y rozar la segunda en la tarde en la que Sevilla recibió a Morante con una ovación rotunda y sincera, como cuando un amigo te da una palmada en el hombro diciéndote: «¡Aquí estoy contigo!».Sin embargo, después se reveló el maestro de La Puebla, que para eso también están los amigos cuando se sintió incomprendido en unos muletazos con la mano izquierda llenos de pureza y verdad que no todo el mundo quiso o supo paladear. En su enfado, Morante paró la música y dejó cuatro o cinco naturales que fueron carteles.Y también sacó de tranco al presidente con algunas miradas con las que con razón le pedía explicaciones de por qué quería llevar la lidia desde el palco por encima de los toreros, hasta que el presidente, descentrado de la tarde, sacó el pañuelo para cambiar el tercio antes de tiempo como si estuviera en una plaza portátil. O es que él es digno de portátil. A Talavante le aplicamos lo mismo que el tendido, silencio. Y a Núñez del Cuvillo, perdón que nos da la tos. La tarde fue para Luque, que tiene todos los recursos para mandar en el escalafón y además está empeñado en conseguirlo, y para Morante, que no tuvo una resurrección plena pero ya ha empezado a bajar de su cruz.
Publicado el 20-04-2025 22:29
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