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Prohibido morirse

Prohibido morirse

El caso de una empresa funeraria andaluza que se negó a poner flores mientras el coche con el ataúd se dirigía a la iglesia para «evitar herir sensibilidades a los peatones» no es sólo una anécdota, es un buen ejemplo de una tendencia cultural. Este tipo de decisiones, aparentemente benignas, reflejan una especie de «maquillaje» que tiende a despersonalizar la experiencia de morir y de la muerte misma. Durante milenios, la muerte fue el eje estructurador de las grandes civilizaciones del Mediterráneo. La manera en que una sociedad trata a sus muertos revela no solo su visión del mundo, sino su relación con el tiempo, la trascendencia, la comunidad y la identidad. Desde Mesopotamia hasta Egipto, pasando por Fenicia, Tartessos, Grecia y Roma, la muerte no era simplemente un final: era un umbral, un tránsito sagrado que requería preparación, rito y memoria. La tumba no era lugar de olvido, sino de permanencia. Los muertos eran ancestros, protectores, símbolos. La necrópolis no era marginal: era central. El Mediterráneo se fundó sobre la idea de que, para vivir bien, había que saber morir bien, pero la modernidad, con todas sus cosas buenas, nos ha dejado una mala praxis: ha erosionado el tejido simbólico común. Ya no sabemos cómo despedirnos, cómo llorar, cómo honrar. Hemos perdido el lenguaje para nombrar la muerte y el dolor. Y sin lenguaje, no hay comunidad. Si la muerte ya no nos enseña a vivir, estamos sentenciándonos a una vida desorientada, consumista, sin gravedad. Si no nos enfrentamos a la conciencia de un final, no desarrollamos profundidad espiritual, ni sentido de pertenencia. Sin muerte, no hay historia. Y sin historia, no hay cultura, solo presente inmediato.Es poco probable que nuestras sociedades, marcadas por la inmediatez, el consumo y la obsesión por el bienestar, recuperen por sí solas una cultura del duelo profunda como la que habitó el Mediterráneo durante milenios. La muerte ha sido privatizada, anestesiada, transformada en un asunto técnico o comercial. Y en ese proceso, se ha vaciado de significado. Parece que incluso estuviera prohibido morirse porque la muerte, tal y como fue entendida durante siglos -maestra, límite, misterio y espejo- ha sido desplazada por el ruido de la productividad, el confort inmediato y la evasión. Pero bueno. De alguna manera, esto es lo que hemos elegido. Bienvenidos todos (por fin) a «un mundo feliz».

Publicado el 11-07-2025 04:36

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